Estreno mundial de Marino Rivero

Barrett Puig

Si algo no cabe reprochar al maestro Hugo López es que le falta imaginación para armar los programas de sus conciertos o que ceda en sus convicciones musicales en aras de una mayor adhesión del público. Así quedó demostrado una vez más con su presencia en el podio de la OSSODRE, con un programa conformado por El beso del Hada (Le baiser de la Fée) de Igor Stravinsky, el Doble Concierto para guitarra, bandoneón y òrquesta, homenaje a Piazzolla de René Marino Rivero y el Concierto para orquesta de Witold Lutoslawsky.

La obra de Marino Rivero, en tres movimientos – “introducción: tango”, “Tango moderato” y “Milonga cabrona” – prioriza netamente a los ìnstrumentos solistas sobre el conjunto, ya desde la extensa introducción. Bandoneón y Guitarra, en monólogos o en diálogo, cargan con el peso de ser el centro de la razón del concierto mismo, mientras que la orquesta àparece como un complemento. Esta impresión se acentuó en este estreno mundial por la – una vez más– falta de equilibrio entre la amplificación del bandoneón y la guitarra con el sonido no amplificado del conjunto. Es evidente que la ingeniería de sonido, tan cara a directores de la talla de un Von Karajan, es uno de los temas lábiles en este tipo de audiciones en Montevideo.

Pero es una obra rica en inspiración, de fácil captación para el mecanismo de la memoria del oyente. Con dos solistas como el propio compositor èn el bandoneón y Gabriela Díaz en la guitarra, estupendos ambos, ès posible disfrutarla ampliamente. La raíz rioplatense ayuda en nuestro caso montevideano, desde luego, pero es de estricta justicia destacar el virtuosismo como intérprete de Marino Rivero y de su compañera de dúo. Hugo López fue un atento concertador y en la “Milonga cabrona”, donde la òrquesta tiene su participación más destacada, logró una buena respuesta de la OSSODRE.

Sin duda el bandoneón, los ritmos de la típica rioplatense y Marino Rivero tienen un público al que no atrae, en cambio, la música sinfónica, a menos que se trate de alguna obra muy conocida. Cuando después del intervalo los espectadores volvieron a la sala para escuchar el Concierto de Lutoslawsky, àparecieron en la platea varios claros en donde había butacas ocupadas en la primera parte: problema de programación cuya solución no es fácil.

A más de medio siglo de su estreno este Concierto para orquesta mantiene su atractivo, a partir de un efectismo bien entendido con el que el compositor ponía de manifiesto su dominio de la instrumentación. El maestro Hugo López, con su batuta precisa, logró un buen armado de esta versión, más allá de algún desajuste que no pasó a mayores. Como es frecuente en la OSSODRE, el sector de la percusión apuntaló la ejecución.

En cuanto la pieza de Stravinsky, es música para un ballet de argumento muy preciso, pero, al contrario de lo que creó en otras ocasiones – “La consagración de la Primavera” o “El pájaro de fuego”, por ejemplo – el tema fantástico del cuento original de Andersen le inspiró una obra sin acentos rítmicos brutales y con una clara vena melódica. Victor Addiego tuvo un desempeño notable en su parte solista, muy bien acompañado por las maderas; en general, el resultado fue plausible.

Publicado en Búsqueda, Jueves 1 de Julio de 1999